2022
El año que vino después de la tragedia
Cuando pierdes a alguien que amas, las cosas más básicas comienzan a complicarse. Respirar, despertarse e incluso peinarse parecen agotadores. Perdí a mi mamá hace un año y siete meses hace tres días. El impacto de la noticia de que se ha ido de este mundo todavía me golpea como un enorme camión en medio de la carretera. Ella era todo lo que tenía. Mi mami, mi única figura materna y paterna, desde que mi papá nos dejó cuando yo tenía 14 años luego de que mis padres se divorciaran. No sé dónde está y, sinceramente, no me importa, nunca se comportó como un padre y no lo necesito. Todo lo que necesitaba en el mundo era a mi Mamá, ella siempre supo como consolarme, como animarme, como hacerme sentir apreciada, escuchada, comprendida. Ella era mi todo, mi primera y única, ella era el concepto tangible de casa y familia en mi vida.
Cuando se fue, yo estaba en mi primer año de la carrera de Diplomacia y debido a la pandemia (COVID 19) ni siquiera pude asistir a su funeral. Y me quedé aquí en esta isla, imprimiendo fotos de ella para recordar cómo se veía su hermoso rostro. Escuchando la última nota de voz que me envió de nuevo. Tratando de recordar cada cosa que ella me dijo desde que era niño, la lección de vida que nadie más que tu mamá te enseña.
Yo tenía 21 años cuando ella se fue, siendo mi 21 cumpleaños la última vez que hablé con ella. El 6 de abril. Ella me envió esta nota de voz que luego me di cuenta que era una nota de despedida deseándome un feliz cumpleaños y diciéndome que siguiera luchando por mis sueños para hacerlos realidad. Y esa fue la última vez que escuché su hermosa voz.
Murió el 13 de abril, un martes para ser exactos, un día de mala suerte. Y desde ese día mi vida comenzó a convertirse en un agujero oscuro. No podía sostenerme de pie porque la pena era mucho más fuerte que mi cuerpo y que mis ganas de vivir. Perder a tu mamá cambia tu vida en muchas etapas diferentes y creo que la primera es el hecho de que tienes que atravesar el proceso más doloroso de tu vida solo porque nadie más que alguien que también perdió a su mamá lo entendería. Es el tipo de dolor que te carcome por dentro. Como se calienta comiendo fruta que ya se echó a perder. Te consume. Cada día encuentras las cosas más simples más y más difíciles de hacer. Es difícil cepillarse los dientes, desayunar, ir a la escuela, porque cada cosa que haces te recuerda a ella.
Y sufres con la culpa de no haber hecho lo suficiente, de no llamarla lo suficiente, de no volver a escuchar sus mensajes porque pensaste que estaría ahí para ti para siempre. Pero ella no lo hará. Nadie lo hará. Nunca. Y esa es una píldora difícil de tragar. Pero lo que aprendes de esta experiencia es que estás solo.
Todos son.
Siempre estamos tratando de evitar el hecho de que estamos solos.
Ir a fiestas, rodearnos de un montón de gente a la que llamamos amigos, pero en la hora más oscura cuando estás de vuelta en casa, estás solo.
Es un hecho.
Y perder a tu mamá lo hace más real. Porque nuestras mamás siempre están ahí para nosotros, respaldándonos. Están ahí para ayudarnos en caso de que algo malo suceda. Para aportar soluciones a nuestros problemas. Para curarnos cuando estamos enfermos. Están allí. Siempre.
Pero los pierdes te das cuenta de que ya no están, lo que significa que la persona que más te ama en el mundo ya no está. Y aprender a lidiar con este hecho es lo más duro por lo que puede pasar un ser humano.
Pero sigues porque la vida sigue.
Y al final sigues sobreviviendo cada día, aprendiendo a vivir sin ella como un recién nacido en un mundo de adultos.
Este año, 2022, me enseñó que la vida siempre continuará, sin importar cuánto estés sufriendo por cualquier motivo. El mundo seguirá moviéndose, la gente seguirá trabajando, estudiando, enamorándose y muriendo.
2022 fue un año difícil, pero he sobrevivido y espero sobrevivir el próximo también.
