Sí, puedes juzgar a otros por sus decisiones
Acabo de leer una historia sobre el comportamiento antisocial de los adultos que se niegan a tener hijos. Por el tono de los comentarios de los que respondieron, habrías pensado que el autor sugirió que todos revivieran el Tercer Reich. Comentario tras comentario declaraba que nadie puede juzgar a otra persona por decidir no tener hijos, mientras lanzaba virulencia contra el escritor por sugerir que nuestra sociedad se está volviendo materialista y egoísta.
Irónicamente, los comentaristas decían constantemente que aquellos que tienen hijos son los egoístas, que no ven sus propios comentarios como juicios sino como hechos de la vida. Respaldando sus declaraciones con su evidencia y luego continuando su alegre manera de ofrecer sus opiniones moralmente superiores en algún otro rincón de Internet.
Pero esta idea de que nadie puede juzgar a otra persona por sus decisiones no solo es incorrecta, ni siquiera es aceptada por quienes la promocionan.
El liberalismo ha generado una nueva era de individualismo basada en la premisa de que cada hombre, mujer y niño puede vivir de acuerdo con sus caprichos en todo momento sin pensar en cómo afectará a los demás. Parte de este nuevo sistema significa que nadie puede juzgar o comentar las decisiones de otra persona. No es tu lugar señalar algo que puede ser dañino para la sociedad o incluso para la persona misma. Está impulsado por la idea subyacente de que las personas no son responsables las unas de las otras, cada hombre por sí mismo, aparte de pagar impuestos y no cometer un asesinato (generalmente).
No estoy defendiendo que las personas menosprecien a los demás o se burlen de ellos por ser diferentes. Como alguien que a menudo ha sido objeto de juicios por elegir caminos únicos, este tipo de crítica puede ser desagradable en el mejor de los casos y dolorosa en el peor.
Pero la idea de que nadie puede examinar las elecciones de las personas y sus efectos en sí mismas y en el mundo que las rodea es una tontería. Todos lo hacemos de varias maneras, grandes o pequeñas, todos los días. El discernimiento es nuestro barómetro que mide nuestros valores y crea una apariencia de orden y cohesión social en nuestro mundo caótico.
Tener una opinión diferente no equivale automáticamente a un juicio en el sentido negativo, especialmente si se presenta de manera reflexiva y no como un ataque directo. Como con todas las cosas, el equilibrio es clave.